Saludo de don Atilano

SALUDO AL MOVIMIENTO DE CURSILLOS DE CRISTIANDAD

 

El Papa Francisco nos recuerda insistentemente que la Iglesia no puede cerrarse sobre sí misma. Cumpliendo el mandato del Señor, ha de salir y llegar hasta las últimas periferias humanas para ofrecer la alegría del Evangelio a todos y para tocar la carne de Cristo en cada hermano, especialmente en quienes experimentan el sufrimiento y la pobreza.

Ahora bien, la Iglesia y cada cristiano hemos de realizar esta salida misionera con una apertura de mente y corazón a la acción del Espíritu Santo. Es siempre el Espíritu el que nos ofrece la fuerza necesaria para anunciar con audacia la novedad del Evangelio en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente.

La indiferencia religiosa y la huida silenciosa de Dios que constatamos en muchos bautizados no pueden llevarnos al desánimo ni al fatalismo a quienes experimentamos la invitación del Señor a la misión. La evangelización no podemos verla nunca con criterios humanos, sino con los criterios de Dios. El evangelizador sabe que Dios le acompaña siempre en la misión y, por tanto, lo que parece imposible para los hombres es siempre posible para Él.

Los cristianos, además de vivir con la convicción de que Dios nos acompaña en cada instante de la vida por la acción del Espíritu, hemos de actuar con la confianza de que todos los seres humanos necesitan de Él como plenitud de sentido y como fundamento de su existencia. El Espíritu Santo nos regala siempre la libertad interior y confiere eficacia al anuncio, incluso en aquellos casos en los que la predicación y el testimonio pueden resultar incómodos.

La evangelización que nace del Espíritu y cuenta con su acción constante no es diplomática, sino profética. El auténtico evangelizador no conoce el miedo ni busca contentar a nadie pues sabe que, en medio de las dificultades del camino y del desprecio de los hombres, sólo debe dar cuenta a Dios del desempeño de la misión.

La celebración de los sesenta años de la presencia del Movimiento de Cursillos de Cristiandad en nuestra querida diócesis de Sigüenza-Guadalajara tiene que impulsarnos a dar gracias a Dios porque ha estado grande con nosotros y porque ha revelado su amor y su salvación a miles de cursillistas por medio del testimonio de fe, esperanza y caridad de tantos dirigentes.

Pero, al mismo tiempo, esta celebración tiene que ayudarnos a todos los cursillistas a renovar nuestra vocación a la santidad y al apostolado, teniendo en cuenta que en la evangelización ninguna motivación será suficiente, si no arde en nuestros corazones el fuego del Espíritu.  Es la hora de renovar la fe en la misión y en la acción del Espíritu Santo, que sopla donde quiere y como quiere. Él renovará nuestros corazones y nos ayudará a progresar en la identificarnos con Cristo, el enviado del Padre para la salvación de todos los hombres.

 

Con mi bendición, un cordial saludo.

 

Atilano Rodríguez

 

Obispo de Sigüenza-Guadalajara